No
tardaron en aparecer los fantasmas ante la vista del magnífico castillo que
había construido en el aire. O quizá, ellos ya estaban allí y lo único que hice
fue construirles un hogar esperando, que
con este gesto, cambiaran su identidad no deseada, por la de huéspedes
queridos.
Además de construirles un hogar, les traté con
desenfado como si fueran amigos e incluso, cuándo me sentía fuerte, con cierta
condescendencia. Les puse nuevos nombres y nuevas ropas que llevaban con tanta
gracia que pensé que ya las vestían desde siempre.
Supongo
que esto ocurrió por una aceptación natural de
las cosas que provenían de una época tan lejana como los cuentos de
hadas, fraguadas entre mis puzles de colores y libros infantiles. Aquello que
se origina en los días de nuestra vida que no podíamos controlar por ser
demasiado jóvenes, son aceptadas de
forma natural, tanto los escasos buenos acontecimientos, como los más
oscuros. De alguna manera, los monstruos
heredados en la edad adulta, son de Ley y su presencia, indiscutible , sólo que no sabes que son monstruos. En la adolescencia
y temprana juventud les tratas como si fueran tus camaradas, y les construyes
castillos en el aire para que se sientan cómodos, e incluso a veces,
abrillantas sus cadenas recordando de vez en cuando con amargor su cuna.
Ni se
te ocurre luchar contra ellos. ¿ Cómo vas a hacerlo si te acompañan desde la
más tierna infancia, si son parte de ti? . A veces este extraño efecto Pigmalión
auto inducido funciona y parece que realmente, los fantasmas ya no son tales,
sino tan sólo tus acompañantes de vida., que te dotan de alguna forma, de los
rasgos personales que más te identifican. Pero en otras ocasiones no ocurre así.
Cuando estás más debilitado por las circunstancias de tu particular realidad, no tienes fuerza para mantener el mundo
imaginado, y éste de repente se hace especialmente pesado. Y ya, con lo que
sabes a ciertas edades, te dices: es que, a los monstruos hay que matarlos
desde que empiezan a aparecer, como a las malas plantas. No tiene sentido
fingir que no lo son, y disfrazarles de bellos y dulces caminantes y dominarles con la razón del adulto que se
propone ser siempre grande y fuerte.
El
abandono y la soledad no se llaman
independencia, el miedo a llorar no se llama fortaleza, el silencio no se llama
discreción, la infantilidad tardía no se llama preservación del niño que hay en
nosotros… No. Esos los nombres que tu
pones a los miedos que vivían al pie de tu cama cuando no comprendías nada de
lo que había a tu alrededor.
Pero
resulta, que aunque lo sepas, da igual, porque uno ya es así. Y ya no puede
empezar consigo mismo de cero porque ya no es un cero. Así, que sigues
caminando con tus falsos amigos, ahora con un poco más de esfuerzo porque estás
luchando también por otras cosas como tu supervivencia , estabilidad, …y cosas
de esas…. ¿ Hasta cuándo? Supongo que hasta que un día, seas más sabio y
fuerte, y no tengas miedo de desnudarte de todo aquello que crees que eres, y
una vez comiences a vestirte de nuevo, seas capaz de dejar realmente atrás
aquello que considerabas lógico llevar encima.
Pero me
da que no voy muy bien encaminada, o que soy un poco idealista.
La poesía sigue perdida y la verdad es que la echo de menos, pero nada puedo hacer de momento para que vuelva :-(
Interesante teoría sobre monstruos y fantasmas personales!...me gustó eso de "De alguna manera, los monstruos heredados en la edad adulta, son de Ley y su presencia, indiscutible"
ResponderEliminarUn texto muy reflexionado!
=)
Un abrazo
A las buenas noches:
ResponderEliminarNiña, el motivo de no escribir no es otro que no prestar oídos a nadie, ando aislada de todo, pasando de todo. Así pasa, que como no tengo historias que mezclar con las mías ni a nadie quien contarle un cuento con algo que me cuentan y les hace falta, pues eso, no escribo.
No sé contar lo mío, siempre exagero. Me falta ese tótem con qué identificarlo. Quizás sean los fantasmas cómo tú dices, que hago costumbre, plan de pasados de mis propias cosas y, cómo soy incapaz de ver la realidad de ellos, de los fantasmas, pues así me pasa, me desencanto.
Pero ejke es eso, cada fantasma tiene su personalidad, sus manías propias y no la qué les inventamos; esas las que necesitamos para que se adapten a nosotros. Ejke los jodidos fantasmas, tú, son como un miedo nuevo; pues cuando llegan, yo al menos pregunto, ¿y tú de qué coño me conoces como para asustarme tanto? Por eso cuando los miedos saben de mí, al ser tan miedosa, se calman y van de puntillas para no asustarme.
De todas formas reconozco que está genial crear castillos en el aire y por supuesto, lo mejor de ello, es un castillo con sus fantasmas a juego. Y no ejke seamos así, simplemente que a los fantasmas les cuesta conocernos.
No busques más a la poesía niña. Si ya lo dijo aquel: “poesía eres tú” - Él, quien lo dijo, te encontró; no te conocía de nada y te intuyó.
Cienes de besitos pal andando y cienes de y pico de abrazos
Shi
NO te acompañará la poesía,pero caray!!qué entrada has hecho más profunda.
ResponderEliminarTe doy y te quito razones,pero en definitiva,el miedo es como una sombra que no se aparta de nosotros,y a pesar de que en ocasiones no la veamos,ella duerme
Creo que desconocemos bastante el mundo de los miedos.Son poderosos,y quien más quien menos ,vive episodios con ellos.
Paralelamente a esto,podemos luchar para que su aspecto no sea del todo dañino,pues es la única forma de seguir.
Besucos corazón.
Gó
Sólo te digo Susana que de nada sirve enmascarar la identidad de esos monstruos. Al pan se le debe llamar pan y al vino, vino. No importa demasiado que toda la vida los hayamos adornado con otros nombres más suaves, más light, mas llevaderos. Llega un momento en que hay que darles su verdadero nombre y su auténtica dimensión. Bien dimensionados, conocidas sus verdaderas proporciones, podremos ahuyentarlos para siempre o convivir con ellos con el menor daño posible.
ResponderEliminarSigo negando tu incapacidad actual para la poesía ya que incluso para hablar a corazón abierto de ese efecto Pigmalión que te sacude, lo haces con un lenguaje muy próximo a la prosa poética.
Muchos besos para mi valenciana/leonesa o viceversa, que tanto monta.
No me parece necesario que busques la poesia, ¿te parece poca la que hay en este texto? Los miedos a veces nos persiguen aunque nos empeñemos en echarlos fuera o quizás cuanto más lo intentemos más difícil nos resulte conseguir que se vayan
ResponderEliminarNo sabía que tenías este blog, pero ahora ya te añado a mi lista, sigo en la capi pero a principios de semana me vuelvo a la tierrina, el otoño allí me gusta cada vez más
Besines mil preciosa