lunes, 21 de abril de 2014

En un idioma desconocido



En ocasiones nuestras expresiones, maneras de mirar y actitudes hablan en un idioma que nosotros mismos desconocemos. Es como si quisieran decirnos y decir a nuestro entorno  algo que no acertamos a interpretar dentro de nosotros. Pedir a alguien que los interprete en nuestro lugar, es como pedir que alguien te explique  el significado de un verso o de una mirada. Nos miramos al espejo y lo que vemos es a un extraño al que explicar, un lenguaje que nos resulta extraño, un rostro que no sabemos interpretar.

 Nos sentimos confundidos y abandonados incluso por nosotros mismos. No sabemos de donde proviene esa actitud que fluye sin alevosía desde aquel lugar al que el poeta llama alma. Nos sentimos desamparados porque no nos entendemos y porque las versiones de nosotros que otros hacen son todas diferentes.

Así, empieza la mente a buscar el motivo de la misma. A veces, buscamos en poemas elegidos al azar, reflexionamos mirando al infinito, consultamos guías de psicología, escribimos nuestros síntomas en google, esperando encontrar una respuesta. Y a veces, la que encontramos y nos parece la más adecuada, ni siquiera es correcta, tan solo es la que más nos conviene.

En los rincones de nuestros días, cogemos todo el aire que podemos albergar y nos intentamos sumergir a cien metros de profundidad bajo nuestra superficie. Y a veces, nos falta el aire por lo que atisbamos, en otras nos entra el pánico pues no estamos muy seguros de querer descubrir el tesoro o el monstruo que se encuentra resguardado en las profundidades.
Respiramos y nos sumergimos, nos asustamos, no sorprendemos y volvemos a nuestra cueva particular una vez que estamos cansados, ese refugio de la rutina  en el que quizá permanezcamos de nuevo inmóviles durante demasiado tiempo. Y así, se nos escapa la vida.





4 comentarios:

  1. A cambio de seguridad o por miedo a un cambio, fabricando la idea de que no se puede tener todo.

    ResponderEliminar
  2. A veces, la propia ansiedad por buscar síntomas nos provoca pánico. Nos asusta enfermarnos, por ejemplo, y resulta ser ese mismo miedo que nos termina provocando lo que tememos padecer. se transforma en un círculo vicioso. De ahí que hay que buscar poner un término a esa espiral de inseguridades y dedicarnos simplemente a disfrutar el momento, lo que tenemos, lo que nos gusta hacer, sin presiones ni segundas lecturas que nos angustien demasiado.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Soy amante de la rutina y creo que tengo poca, aunque quizás es cuando estoy en devaneos de la vida cuando más aprendo de mi, tengo qhe hacer esa bajada a las profundidades para encontrar mi equilibrio. Supongo que dentro de un tiempo habré saltado todo esto y estaré en otras cosas.
    Besos
    Puck

    ResponderEliminar
  4. A los buenos días:

    Sabes? Cuando quiero saber de mi, y funciona, busco como son los demás. Y en ese qué tienen, qué me gusta y disgusta de ellos, me encuentro.

    Todo esto es simple lógica, pues sé de mí puesto que solo hablo de lo que conozco, de mi propia rutina, es decir, de mi misma incluso hablando de los demás.

    Lo mismo sucede cuando quiero saber de otros, pues pregúntales por ti (escucha de qué critican), entonces sin poder evitarlo te hablarán de ellos

    Por tanto, cuando me pasa algo que nunca me ha pasado, es algo así como tener las llaves del vacío, casi de un universo perfecto y nuevo. Pero sabes? Sin más lo relleno, quizás para distinguirlo, de lo que ya conozco.

    A veces pienso que somos complicados, y otras que simplificamos mucho. Ahí ando.

    Sabes? He descubierto que, cuando la del espejo llora, si la miras fijamente a los ojos hinchados, la nariz tipo pimiento y los labios arqueados, si la miras mucho, estalla a reír y, encima, contagia. Será qué somos la misma? Cuando lo sepa te cuento, ¿vale?

    Cienes de besitos pal andando y cienes de y pico de abrazos
    Shi

    ResponderEliminar

Dile al Viento...